Siempre he dicho que todo libro que lees te deja algo dentro, ya sea una cita que te marque, el recuerdo de experiencias personales o simplemente entretenerte durante su lectura. Sin embargo, un libro se cuela entre mis favoritos cuando a través de sus letras consigue despertar en mí todo tipo de emociones. Y La rosa de Hereford lo ha conseguido. No sé cómo lo ha hecho Brenna Watson pero he padecido toda una aglomeración de sentimientos y algunos muy dispares entre sí. De la impotencia al orgullo, del odio al respeto, de la alegría a la tristeza, del rencor al anhelo.
Empecé el libro una noche y el prólogo sinceramente se me hizo un poco cuesta arriba. No me malinterpretéis. El estilo es impecable, la historia era interesante y los personajes acertados. Pero últimamente tiendo a huir de las tramas que versan sobre la guerra, y en estas primeras páginas, Nicholas Hancock y sus amigos escapan de una batalla contra el ejército de Napoleón en el norte de España. Al haber olvidado la sinopsis del libro que leí hace varios meses, y observar que apenas había avanzado un 2% de unas 600 páginas, presentí que tal vez esta novela no era para mí. Craso error. Fue terminar el primer capítulo y ya estaba absorbida, abducida, hechizada, fascinada por La rosa de Hereford. Lo único que lamenté en esos momentos es en no haberla leído antes y tenerla varios meses intentando encontrarle un hueco. Os aseguro que no me volverá a pasar de nuevo con otra historia de Watson.
El libro está dividido en tres partes y, como he mencionado antes, un torrente de emociones surcaba mis venas, variando su naturaleza en cada una de ellas. En la primera, la que destacaba por encima de todas era la indignación. En la segunda, la admiración. Y en la tercera, bueno, me resulta difícil señalar solo una porque me sentía como en una montaña rusa.
La rosa de Hereford tiene un nombre propio: Madelaine. Es la protagonista indiscutible. Una mujer fuerte, sensible, guerrera y que nunca se rinde. Se sobrepone a todas las adversidades que se cruzan en su camino con una entereza y una garra digna de admirar. Se rodea de personajes entrañables a los que es imposible no querer. En contrapartida tenemos a Nicholas, marcado por una promesa difícil de cumplir.
La ambientación es sublime, aunque reconozco que tengo debilidad por la Inglaterra de la regencia, con sus bailes, etiquetas y sus normas no escritas que se ven casi absurdas hoy en día. Brenna ha hecho una gran labor de documentación y me ha transportado a ese Londres y esa campiña británica tan diferentes entre sí. Estoy casi segura que en otra vida yo tuve que vivir en esa época y lugar, porque esta atracción que siento por este escenario es todo un misterio.
Y sí, soy consciente de que poco os he contado de la trama. Es algo que he hecho a propósito. Creo que he disfrutado muchísimo más de ella al desconocer –o no recordar, más bien, a veces es una bendición tener «memoria Dory»– de qué iba realmente el libro. Así que mi humilde consejo es ese, si queréis descubrir un buen romance, con afán de superación y unos personajes cautivadores, La rosa de Hereford os está esperando.
«A veces, en la vida, como en los negocios, era necesario arriesgar y dejarse llevar por el corazón en lugar de por el sentido común, aunque ambos te condujeran por caminos inciertos».
Título: La rosa de Hereford
Autora: Brenna Watson
Editorial: Vergara
Páginas: 544
Género: novela romántica
Fecha de publicación: febrero 2021
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