El pasado mes de junio llegaba a las librerías la novela ganadora del Premio BerjArte 2020, un Certamen Literario puesto en marcha por el Ayuntamiento de Berja y la Asociación BerjArte como muestra de una apuesta por la cultura. El niño de papel de María José Aguilar Rueda fue la obra galardonada, un viaje a la nostalgia, a la Sevilla de principios de siglo XX. Un homenaje a los corrales de vecinos, al teatro de la época en el que convivían en armonía disciplinas tan diversas como marionetas, circo, teatro… Hoy, os traemos la entrevista que nos ha concedido su autora, a quien le agradecemos su tiempo y atención.
Marta Pérez. Cuentas con dos novelas publicadas y ambas están premiadas, ¿lo tuyo son los premios?
María José Aguilar Rueda. Creo que tanto Siete puentes sobre el Sena como El niño de papel llegaron a las manos adecuadas en el momento preciso. He tenido la suerte de poder conocer a algunas de las personas que integraban los jurados de ambos certámenes tras recibir los premios y, al charlar con ellos, he descubierto a apasionados lectores que se mostraban tan ilusionados como yo. Lo cierto es que recibir la llamada que te comunica la noticia es indescriptible. Pasa tanto tiempo desde que envías la novela que ya no es algo que tengas en mente, al menos en mi caso. La primera vez, pensé que era una broma. La segunda, no podía creer que estuviese sucediendo de nuevo. Son momentos únicos que no me importaría repetir.
M. P. Hay mucha controversia con el tema de los premios, sobre todo con los más famosos, ¿qué opinión tienes de ellos?
M. J. A. R. A mí me han llevado a alcanzar mi sueño, a ver publicadas mis novelas y que puedan llegar a los lectores. Sin embargo, es cierto que algunos premios literarios no suelen sorprender demasiado. Tanto en el López-Torrijos como en el BerjArte, que son los que conozco mejor, leen todas las novelas que se presentan y son muy rigurosos con la selección hasta llegar a la obra ganadora. Hacen un gran trabajo.
M. P. Entre la publicación de Siete puentes sobre el Sena y El niño de papel han pasado 8 años, ¿eso significa que has dejado parada la escritura todo este tiempo o que el tema de publicar está complicado?
M. J. A. R. Los plazos en el mundo editorial son largos. Después de publicar Siete puentes sobre el Sena pasó algún tiempo hasta que volví a sentarme de nuevo a escribir una novela, y cuando lo hice, el proyecto en el que me embarqué me mantuvo entretenida durante mucho tiempo. La documentación, la escritura y la corrección de El niño de papel han sido largos. Cuando por fin di por terminada la novela, llegó el momento de moverla. Y de nuevo los plazos se alargan. La envías a editoriales y certámenes y pasa mucho tiempo hasta que recibes una respuesta, si es que la hay (obtienes más silencios que negativas). Es muy difícil publicar con una editorial tradicional. Si finalmente llega la hora de publicar porque tienes la suerte de que tu novela ha despertado la curiosidad de un editor o, como en mi caso, ganas un concurso literario, de nuevo pasan meses hasta que tienes la novela en tus manos.
M. P. Háblanos de El niño de papel, ¿cómo surgió y cómo la definirías?
M. J. A. R. Quería escribir una novela ubicada en Sevilla en las primeras décadas del siglo XX. Una novela en la que mis personajes viviesen los comienzos del cine en la ciudad y se impregnasen del ambiente cultural de esa Sevilla tan diferente a la que hoy conocemos. Quería que fuesen las mujeres las que nos hablaran de esa vida y de sus vidas. El niño de papel es un viaje al pasado, a un pasado que parece lejano pero que no lo es tanto. Aún perviven en los pueblos algunas de esas costumbres y tradiciones que aparecen en la novela. Para mí, ahora que la miro desde fuera, es una historia con cierta magia, casi como un cuento.
M. P. Esta novela es un viaje nostálgico a las tradiciones y supersticiones de hace un siglo, pero también un homenaje a esos vecinos que eran más importantes que tu propia familia, ¿no es así?
M. J. A. R. En los corrales de vecinos, igual que en los pueblos, todos se conocían y mantenían estrechas relaciones. El desapego que hoy nos lleva a apenas tratar con nuestro vecino de al lado era algo impensable en aquella época. Todos sabían de todos, para lo bueno y para lo malo. En el caso de Adela, la protagonista, cada uno de los vecinos de La Tarazana serán parte de su familia, la única que tiene.
M. P. Para recrear esta parte, ¿hablaste con gente mayor que te contara sus recuerdos o tiraste de biblioteca?
M. J. A. R. Para documentarme, he leído mucho sobre la Sevilla de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, aunque siempre he tenido en la cabeza los recuerdos que cuando era pequeña me contaban mis abuelos. Esa vocecita que se te queda grabada para siempre y que hace que puedas escuchar el tono de los personajes cuando hablan y ver cada uno de sus gestos. La vida en las casas encaladas y el cuidado de las flores. La visita de la vecina y la tarde al fresco entre conversaciones ajenas. El olor a jazmín al atardecer… Precisamente hace unos días me llamó un señor de 87 años que había leído la novela y me hablaba de lo mucho que le había gustado cómo recreaba esa época tan parecida a lo que él vivió cuando era pequeño. Momentos como ese son los que hacen que todo merezca la pena.
M. P. Otro de los temas que se abordan en la novela es el del teatro, el circo, las marionetas, no es un mundo del que se hable mucho, ¿verdad?
M. J. A. R. El cine y sus estrellas siempre han servido como telón de fondo para contar muchas historias, el teatro y el circo, menos. A mí me parece un mundo fascinante. Es como un juego de luces y sombras. En este tipo de espectáculos asistimos a la representación que tenemos ante nosotros, cara a cara con los personajes, pero no sabemos qué se oculta entre bambalinas. Siempre me ha gustado imaginar cómo se transforman sus rostros cuando desaparecen tras el telón. En El niño de papel conocemos quién maneja los hilos y cuánto de verdad hay en la sonrisa de un payaso.
M. P. El niño de papel es una obra muy coral, donde se nota que cada personaje está cuidado al más mínimo detalle, ¿tienes algún personaje favorito o que sea especial para ti por algún motivo?
M. J. A. R. Cada uno de ellos es especial y necesario para contar la historia. Quería que fuesen muy reales, muy vivos, sin dejar de ser personajes novelescos. Creo que no puedo elegir, aunque sí que puedo decirte que me ha gustado mucho escribir los diálogos en los que interviene Gregorio, por su particular forma de expresarse; o perfilar los caracteres de la casera, doña Leonor, y Paco.
M. P. Antes de presentarte al Premio BerjArte, ¿habías intentado publicar la novela?
M. J. A. R. Sí, la envié a algunas editoriales, pero no llegué a obtener la ansiada respuesta afirmativa. Es muy complicado. Sin embargo, estoy convencida de que cuando trabajas duro y pones todo el cariño en lo que estás haciendo, tarde o temprano obtienes tu recompensa. Para mí llegó de la mano del Premio BerjArte, a cuyos miembros no puedo estar más agradecida por lo bien que han tratado en todo momento mi novela.
M. P. ¿Cuánto tiempo te llevó escribirla?
M. J. A. R. Ha sido un proceso largo. Cuando tuve claro la época y el lugar en el que se ubicaría, lo primero que hice fue documentarme. Durante un año leí libros y artículos sobre esa Sevilla de principios del siglo XX que tan importante es para el desarrollo de la historia. Después, llegó el momento de la escritura en sí, en el que prácticamente trabajé durante año y medio. Así que con las posteriores revisiones y correcciones han sido unos tres años de trabajo.
M. P. Tu carrera profesional siempre ha estado bastante ligada a las letras, redactora de radio y prensa, guionista y editora de programas televisivos y, actualmente, ejerces de profesora de Lengua Castellana y Literatura, y además escribes. De todas las profesiones que has ejercido, ¿con cuál te sientes o te has sentido más cómoda?
M. J. A. R. Esta pregunta es difícil… Me cuesta elegir porque tengo la suerte de haber trabajado siempre en lo que me gustaba. De mi andadura como periodista me quedo con el trabajo en equipo y con las historias de las personas que conocí cuando salíamos de grabación. Como profesora, cada día es diferente. Mis alumnos y alumnas hacen que así sea. Sin embargo, nunca he podido dedicarme únicamente a escribir. Siempre supe que eso era lo que quería y, si pudiese, no haría otra cosa.
M. P. En cuanto a tu labor como docente, ¿en qué estado se encuentra, según tu experiencia, la relación de los jóvenes con la literatura?
M. J. A. R. No creo que haya cambiado mucho con respecto a hace algunos años, sobre todo teniendo en cuenta que hoy tienen muchos más estímulos que los distraen. Entre mis alumnos y alumnas siempre hay algunos a los que les encanta leer, que devoran un libro tras otro. En el aula, es muy importante hacer una buena selección de títulos para que descubran el placer de la lectura. Si queremos despertar su interés, debemos elegir obras acordes a sus gustos, con historias con las que se identifiquen y que les hagan querer seguir leyendo.
M. P. Según las estadísticas parece que en la actualidad las nuevas tecnologías acaparan gran parte de nuestro tiempo libre, y más si hablamos de jóvenes, ¿es esa la percepción que tú tienes? O, ¿también te encuentras un buen número de nuevos lectores que nos hagan mantener la esperanza de que un libro siempre será una buena opción en los momentos de ocio?
M. J. A. R. Yo quiero mantener la esperanza de que así sea. Me encanta cuando mis alumnos se acercan a comentarme los libros que han leído o los que van a leer. A veces me los traen a clase para enseñármelos. Disfrutan con el placer que produce acariciar las tapas y pasar las páginas que nace de algún lugar recóndito de uno mismo. No quiero pensar que esto vaya a cambiar. Los libros siempre han sido refugio, brindan consuelo y abrigo, y seguirán siéndolo, porque por mucha tecnología que nos distraiga, nuestra esencia no muta.
M. P. Teniendo en cuenta que no eres escritora a tiempo completo, ¿cómo te organizas para escribir?
M. J. A. R. Escribo por las mañanas, muy temprano. El amanecer suele pillarme tecleando. En esos momentos en los que los demás duermen y puedo rodearme de silencio. He descubierto que ahí es cuando mi mente está más despierta. No hay mejor manera de empezar el día.
M. P. Y respecto a la forma, ¿cuál es tu método, te sientas y dejas que la escritura fluya o antes de ponerte a escribir lo tienes todo organizado?
M. J. A. R. Cuando comienzo una novela suelo tener el inicio y un lugar al que llegar, pero es todo muy difuso. No tengo un mapa de lo que va a suceder. Dejo que la historia me sorprenda y vaya tomando por sí sola el camino. Va creciendo poco a poco, día tras día, mientras la escribo.
M. P. ¿Cuáles son tus referentes literarios?
M. J. A. R. Me quedo con la magia de García Márquez y la lucidez de Saramago. Con ellos aprendí a amar la literatura.
M. P. ¿Cuál es tu lectura actual?
M. J. A. R. Estoy leyendo Rebecca, de Daphne du Maurier.
M. P. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
M. J. A. R. Leer y escribir. No necesariamente en ese orden.
M. P. Recomiéndanos tres libros para lo que queda de este verano.
M. J. A. R. No queda mucho tiempo ya, así que elegiré lecturas breves: Seda, de Alessandro Baricco, y La nieta del señor Linh, de Philippe Claudel, son dos novelas cortas de una belleza exquisita. Y, cambiando totalmente de registro, el tercero podría ser Sacrificios humanos, un libro de relatos de María Fernanda Ampuero, que he leído hace poco y que me ha impactado por su dureza.
M. P. Por supuesto no podíamos terminar esta entrevista sin preguntarte si estás trabajando en una nueva novela.
M. J. A. R. Sí, pero por ahora es apenas una imagen. Le faltan aún muchos amaneceres.