© Archivo de la escritora
Hoy tenemos el placer de entrevistar a Vic Echegoyen (Madrid, 1969) que recientemente ha publicado Resurrecta, una crónica del terremoto que ocurrió en Lisboa en 1755. Esta escritora hispano-húngara, que trabaja como traductora e intérprete de la OSCE y de la Unión Europea, y vive a caballo entre Hungría, Viena y Bruselas, es además pintora e ilustradora. Perteneciente a una familia de escritores como Sándor Márai e Imre Madách, no ha podido evitar lanzarse al mundo de la literatura. Tras su primera novela El lirio de fuego (Ediciones B, 2016), que fue finalista del IV Premio de Novela Fernando Lara, publicó con Edhasa La voz y la espada (2020), también finalista de varios premios. Ahora repite con la editorial y nos presenta esta novela que nos obliga a mirar a nuestro país vecino, y en concreto, a su capital, Lisboa.
Marta Pérez. Por tus venas corre sangre de escritor, ¿crees que esto ha influido en que tus pasos hayan acabado en el mundo literario?
Vic Echegoyen. Decididamente, sí: al tener parientes escritores no solo crecí en un hogar repleto de libros, libretas y esbozos dispersos por todas las estancias (encima y al lado de la mesita de noche, bajo la almohada, junto a la bañera, en la terraza, sobre las sillas del comedor y hasta en la cocina), sino que hablar de libros era algo tan natural, que leer y escribir permeaba los días y las noches de la familia, al igual que la música o la pintura.
M. P. ¿Cuándo tuviste claro que querías escribir?
V. E. Como ya tenía el “gen familiar”, no recuerdo que un día decidiera conscientemente escribir, o dedicarme a ello sistemáticamente. En mi casa, uno no se plantea: “quiero escribir”, o “quiero pintar”, o hacer música, sino que escribe, pinta o ensaya de la misma manera que se prepara un té, o lee el periódico, o sale a pasear… y ya está 😊
M. P. Tu anterior novela, La voz y la espada, tuvo muy buen resultado, tanto de crítica como de público, ¿te lo esperabas?
V. E. De crítica sí lo esperaba, pues La Voz y la Espada es una historia extravagante e intuí que al lector le resultaría muy amena; de público no lo tuvo, pues se publicó justo una semana antes de la pandemia (o sea, lectores confinados y librerías cerradas), la crisis y la incertidumbre laboral/ERTE, que obligaron al lector habitual a recortar gastos “suntuarios” (cultura y ocio) para poder pagar facturas o ahorrar para imprevistos, y la piratería nos ha perjudicado muchísimo a miles de trabajadores del sector; autores, agentes, libreros, editores, maquetadores, correctores, imprenta, diseñadores… En ese sentido, ha sido un año durísimo para todos, y ninguno sabemos siquiera qué sucederá en los próximos meses o años.
M. P. Ahora, acabas de publicar Resurrecta con la Editorial Edhasa, ¿cómo está siendo la acogida?
V. E. Es pronto para saberlo; salió hace dos meses sin publicidad ni presentaciones (pandemia obliga), y vivo tan lejos de España que “navego a ciegas”, sin ver qué librerías la tienen, quién la están leyendo en el metro, el autobús o las bibliotecas, algo que otros autores pueden saber con solo salir a la calle. Pero las reseñas en Zenda, Todoliteratura o blogs como el tuyo (o el grupito de lectura de Facebook “El Club de las 6 de la Mañana”) son rotundamente positivas y confío en que “radio lectora” vaya ampliando el círculo de lectores.
M. P. ¿Cómo surgió la idea para escribir Resurrecta?
V. E. Viajé a Lisboa para celebrar mi cumpleaños; nací el mismo día que el ministro Carvalho de la novela y la Virgen de Fátima. Ese día, pasé por la Iglesia del Recuerdo sin saber que ese día que yo cumplía 50, Carvalho/Pombal «cumplía” 320 y justo allí, donde está enterrado, había un gentío de académicos e historiadores para rendirle homenaje y presentar un gran proyecto sobre su vida, y me permitieron ver la ceremonia desde el fondo de la iglesia… Seis meses después, la víspera de Todos los Santos, me desvelé sin motivo aparente, con una sensación profunda de desasosiego y expectación, como si hubiera olvidado hacer algo urgente e importante, sin recordar qué era: como hago cuando no puedo conciliar el sueño, cogí una libreta y me puse a escribir automáticamente, para librarme de aquella mezcla de opresión y euforia. Cuando me sobrevino el sueño, dejé de escribir. Al día siguiente, vi que había anotado todo el esqueleto de la novela: estructura, enfoque, personajes, eventos. Aguardé el momento de calma para lanzarme a escribirla y lo hice en cien días, a la primera, sin corregir o revisar nada. Todas mis novelas han surgido así: de golpe, enteras y completamente finiquitadas antes de escribir el primer renglón.
M. P. El terremoto de ese día afectó no solo a Lisboa, sino a gran parte de Portugal, España, Marruecos e incluso América, sin embargo, no hay muchas novelas que hablen de ello, ¿cuáles crees que son los motivos de este olvido?
V. E. Quizá sea cierto aquello de que lo que tenemos más cerca, personas o lugares, lo damos por descontado y no lo valoramos: España siempre ha vivido de espaldas a su vecino portugués: “invisible”, pero formidable en todos los sentidos, pues su Historia, descubrimientos, arte, literatura, música, gastronomía y Naturaleza son asombrosos, riquísimos y merecedores de toda nuestra atención. Y sus habitantes son, sencillamente, maravillosos: podemos aprender mucho de su urbanidad, su paciencia y su respeto.
M. P. La estructura de la novela es casi a modo de crónica, nos detallas minuto a minuto lo que sucede en las 6 horas en las que todo sucede. ¿Cómo se te ocurrió esta organización?
V. E. Surgió espontáneamente esa noche de insomnio, ab ovo, y jamás me planteé otro enfoque. Había que ver y mostrar TODO, en cada momento y en todo lugar: cada situación, al detalle, en cada rincón de la ciudad y desde todas las perspectivas posibles. Y la única forma era un prisma universal y microscópico a la vez con una obra 100% coral, narrada por personas que se pasan el testigo literalmente cada minuto (ello obliga a condensar al máximo acción, descripción, diálogo y reflexión en cada minuto), pero que la protagonista sea claramente Lisboa, y la antagonista sea la triple catástrofe (en realidad fueron tres cataclismos naturales — terremotos, maremotos e incendios — seguidos de dos antropogénicos: saqueos/violaciones masivos y canibalismo (literal), que insinúo, pero no muestro explícitamente, ya que sucedió poco después de las seis horas que abarca la novela).
Detesto las novelas apocalípticas donde la catástrofe se reduce a un telón de fondo pintoresco, sacrificándolo a la tópica historieta de amor o venganza en primer plano, cuando lo que realmente importa es la catástrofe en sí, y más en el caso absolutamente extraordinario de la cadena de desastres que destruyó Lisboa: me niego a hacer la típica “novela-selfie”, que se resume así: “YO-HEROÍNA/HÉROE (intercambiable e intrascendente) posando con morrito/cachas, y muy al fondo el Taj Mahal”, al estilo de “Los últimos días de Pompeya”, y no habría aportado nada. Además, vista la magnitud de la tragedia de 1755, me habría parecido una banalización, y una falta de respeto hacia la ciudad, sus habitantes, y también hacia el lector.
M. P. Estamos ante una novela coral, en la que el lector, al inicio se puede sentir abrumado por el gran número de personajes. Me imagino que, en tu caso, tendrías que tener una planificación muy detallada para no confundir horas, personas y lugares.
V. E. Sí y no: el enfoque del personaje/lugar diferente cada minuto me facilitó las cosas, al concentrarme cada vez solo en ese personaje y lugar antes de pasar al siguiente (estableciendo un vínculo entre cada capítulo y el siguiente, para que fluya geográfica y temporalmente). Sigo fielmente sus testimonios, cartas, decretos y crónicas (a veces hasta en el diálogo), y son tan claros, que no había confusión posible. Como todo sucede en la misma ciudad, donde no hay mucha distancia entre los diferentes escenarios y estos se repiten una y otra vez a medida que sus personajes se desplazan, se cruzan y se separan entre ellos, es muy fácil reconocerlos enseguida y orientarse en cada lugar.
M. P. A pesar del gran número de personajes, me imagino que habrá algún favorito, ¿cuál o cuáles son los tuyos?
V. E. ¡LISBOA! Y por eso cada personaje, además de ser muy real, encarna cada aspecto de esa ciudad increíble, y una pieza del rompecabezas que es la obra maestra lisboeta, compuesta por todos ellos, y donde el resultado es más que la suma de sus factores. Los mencionaré por orden de preferencia decreciente: el general Da Maia representa su castillo (el factor de la defensa), el ingeniero Mardel son sus edificios civiles como el Acueducto (el factor de la funcionalidad urbana), Carvalho es la ley (el factor del orden), monseñor Sampaio representa la solidaridad (el factor de la protección), los castrati son la belleza (el factor de la creatividad), el rey es punto de referencia que los une a todos (el factor de cohesión), los médicos representan el Hospital (el factor de la higiene y sanidad), el teniente Bartolomeu representa a Hacienda (el factor de la riqueza), el río Tajo encarna un don (puerto y puerta al mundo, pesca, agua potable, regadío) pero también un peligro para la ciudad (el factor de la Naturaleza), el marqués de Louriçal encarna la mayor biblioteca (el factor de la ciencia y la enseñanza), y el monito encarna a la masa anónima movida por el instinto (el factor primigenio, y el más impredecible de todos).
M. P. ¿Cómo llevaste a cabo la documentación?
V. E. Sobre la marcha: ya conocía la ciudad y la secuencia de los hechos, la situación social y política y a los principales personajes: solo “abrí el gran angular” y di cabida a más figuras reales, que aportan el toque cómico (como los tortolitos Agy y Harry), surrealista (el vicario Goddard), o de denuncia (el reo João).
M. P. ¿Cuánto tiempo te llevó escribir la novela?
V. E. Cien días de principio a fin, investigando sobre la marcha.
M. P. Ya has vendido los derechos para que se publique la novela en Portugal e Italia, ¿supongo que te sentirás muy satisfecha?
Más que eso: que varias editoriales portuguesas pugnaran por publicar mi novela sobre la “vaca sagrada” histórica que es la catástrofe de Lisboa (incluso antes de que se vendiera en España), es un hito en mi incipiente carrera literaria. Me alegra, también, porque soy una apasionada de Lisboa, donde espero pasar más tiempo en el futuro.
Además, que dos de las editoriales más importantes del mundo (Penguin Random House y Mondadori) apuesten en plena crisis por una novela mía (y hay otra, El lirio de fuego que ya publicó hace años en Italia otra editorial), es decir, de una autora desconocida y extranjera, me confirma que voy por la vía correcta en cuanto a la elección de los temas y el enfoque experimental (no utilizo adjetivos, a veces escribo capítulos enteros en verso rimado, e ilustro mis novelas).
Si publicar en España es arduo y complicado, conseguirlo fuera (varias veces), está al alcance de poquísimos autores hispanos. Por supuesto, buena parte de ese mérito le corresponde a mi agencia, cuyo apoyo incondicional, perseverancia y excelente hacer son y seguirán siendo decisivos: ella ha sido la única constante en una trayectoria llena de giros y cambios.
M. P. ¿Cómo te organizas para escribir?
V. E. Dejo que una idea madure y todos los elementos cristalicen, hasta tenerla terminada en la cabeza; espero hasta que tengo varias semanas libres de trabajo y entonces me lanzo a escribir, investigando al tiempo según lo necesite. Si tengo que interrumpir la escritura durante semanas o meses, lo aparco sin darle más vueltas en la cabeza, y en cuanto puedo lo retomo. Suele salir a la primera tal cual me lo había propuesto, sin necesidad de dejarlo reposar, reescribir ni revisar (salvo algún dato concreto que surge a posteriori). Envío ese primer borrador al agente, que lo lee, le da el visto bueno y se lo reenvía a la editorial, y ya está.
M. P. Ahora, hablemos un poco de la mujer que se esconde tras la escritora. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
V. E. Pintar, trastear en mi jardín (sobre todo en un huertecillo que me regala verdura y fruta para todo el invierno), cantar con mi coro, jugar con mi perro, pasear en el bosque, viajar…
M. P. No tienes residencia fija, si no que vives a caballo entre varias ciudades europeas, aun así, ¿hay algún sitio en el que cuando llegas te sientas «en casa»?
V. E. Tengo espíritu inquieto y nómada, como Julia (la protagonista de La Voz y la Espada): me he criado en dos continentes y cinco países, así que dondequiera me encuentre, estoy en casa. Sí tengo lugares preferidos donde voy con ilusión y de donde me cuesta marcharme: Lisboa, Viena, Sopron y Creta.
M. P. En España, parece que últimamente la literatura goza de mejor salud que en los últimos años, tú que te mueves por toda Europa, ¿en qué estado se encuentra este sector, según tu opinión?
V. E. Responder como Dios manda daría para 10 páginas, ¡ja, ja! Goza de buena salud, y en España la digitalización ha sido decisiva para multiplicar las oportunidades de autores, correctores, diseñadores y editores: el sector literario virtual prospera y da beneficios, aunque su presencia física en librerías sea aún insignificante… pero también multiplica, por desgracia, la piratería, el plagio y las campañas sucias de acoso y derribo, por ejemplo en los concursos literarios en Internet o en la manipulación malévola de Wikipedia.
Todavía nos queda mucho trecho en España para alcanzar el nivel de innovación, variedad, difusión y beneficios de Europa occidental y del mundo editorial anglosajón. Por no hablar de la brecha en los anticipos o las regalías (en España aún no se valora de modo justo y proporcional la contribución del lector, quiero decir en términos monetarios).
Además, si comparamos el número de autores españoles que logran dar el salto al extranjero con los autores en otros idiomas que publican en España (por ejemplo, autores franceses en España vs autores hispanohablantes en Francia, y lo mismo con Alemania o Italia), España pierde por goleada: creo que no se debe solo a la desproporción demográfica, ni a la capacidad adquisitiva de un francés o un italiano comparada con la de un español. Creo que se debe a dos problemas “nuestros”: uno, la escasez de lectores en España, y el otro (admitámoslo), que en términos de innovación y calidad en España vamos a la zaga en bastantes géneros. Cuanto más popular y comercial es el género (romántica, policíaca, histórica), mayor es esa brecha, y cuanto más minoritario es el género (con joyas por las que suelen apostar solo editoriales pequeñas e independientes, como por ejemplo Impedimenta, Dos Bigotes o Acantilado), mayor es la originalidad y la calidad.
Así que esa brecha de calidad no se soluciona con gastar dinero a espuertas, sino con un ojo certero y ganas de arriesgarse y ser pionero, en vez de usar la táctica de la perdigonada (publicar masiva e indiscriminadamente rezando porque una o dos obras den la campanada y compensen las pérdidas de toda la “morralla”). Si apostamos por la calidad, que la hay y es sobresaliente, el futuro está en manos de esas editoriales independientes.
M. P. Recomiéndanos alguna lectura que te haya impresionado en los últimos meses.
V. E. “Impresionar” es poner el listón muy alto: hay una que leí hará un año, y la releeré seguro, de esas pocas que piensas: “¡Si algún día logro escribir algo así, habré cumplido!”. Es La invención de la naturaleza: El Nuevo Mundo de Alexander von Humboldt, de Andrea Wulf, de la editorial Taurus. Es un ensayo sobre la aventura de ese célebre explorador y naturalista trotamundos en Sudamérica, y es tan ameno y estrafalario que parece una novela de acción, intriga y aventura. Si os gustó El infinito en un junco, de Irene Vallejo, esta os va a encantar.
M. P. ¿Tienes algún proyecto en marcha?
V. E. Antes del verano envié a mi actual editorial una novela histórica de aventuras; independientemente de lo que suceda con ella, ahora he empezado otra, y cada una son totalmente distintas de las anteriores por la época, el lugar o el tipo de personajes. Tengo diez fichas más para otras tantas novelas, y ya iré decidiendo cuáles serán las siguientes según evolucionen las cosas, sobre todo fuera de España.